Estos son mis colores

Rojos y azules? Rojos, morados, azules, verdes y naranjas? Dos o cinco? Qué es mejor?

Cuando Franco murió, hace ya mucho tiempo, a España se le volvía a presentar un escenario favorable para volver a una normalidad democrática perdida en 1936 (o quién sabe si mucho antes). En aquel año, la inestabilidad política, fruto de las confrontaciones sociales de la época, desembocaron en un conflicto en el que ganó un tipo que a partir de entonces se dedicó a hacer lo que le dio la gana con España.

Tras un paréntesis de 40 años, y tras la muerte del tipo en cuestión, España comenzó a crear una nueva estructura política con unos actores, muchos de los cuales ni siquiera habían nacido en 1936, y otros que empezaban a ser ya demasiado viejos para construir nada nuevo. Inexpertos frente a la vieja guardia. El experimento resultó en lo que se denominó “monarquía parlamentaria” que, no nos olvidemos, sigue siendo el régimen instaurado en el país. Después de unas luchas que probablemente fueron de todo menos nobles, en 1977 se produjeron las primeras elecciones democráticas después del período de oscuridad que se había vivido. Ganó el centro (bueno, en aquel momento se le llamó centro, hoy día se le llama derecha, porque el centro ni existe ni ha existido nunca, vaya), pero no con una mayoría lo suficientemente holgada como para gobernar con tranquilidad.

Aquello debió ser tan insostenible para el presidente de turno, que un par de años después decidió volver a convocar elecciones, con tan mala suerte que volvió a ganar casi que con los mismos resultados, por lo que la gobernabilidad no se presentaba con demasiadas novedades. En aquel momento ya se vislumbraba lo que iban a ser generalmente las convocatorias electorales futuras: rojos y azules se repartían el pescado. Unas veces ganaban unos, y otras, los otros. A los demás colores les dejaban las migajas.

La tercera convocatoria, tres años después, y nuevamente con adelanto al calendario previsto, ya supuso un cambio de rumbo. Esta vez, y probablemente debido al desorden generalizado de los que habían estado ganando desde el principio, con cambio de presidente incluido y todo, ganaron los otros, y además, por goleada. Comenzó entonces una nueva etapa, la de las mayorías absolutas, esa en la que los que habían sido elegidos hacían lo que les daba la gana, ya que los votos se lo permitían. Curiosa forma de verlo esta, ya que es una forma de gobernar al menos similar a la que usó el que a leches se puso a gobernar en el 36, aunque, eso sí, estos otros habían sido elegidos por el pueblo.

De aquí en adelante, el país vivió una relativa estabilidad, al menos en la escena política. Ahora ganas tú y estás un período más o menos largo, ahora nos cansamos de ti y vienen los otros con otro período más o menos largo también, muchas veces con acuerdos puntuales con fuerzas minoritarias. Pero, a fin de cuentas, el que mandaba era el que tomaba las decisiones. Desgraciadamente, mientras gobernaban unos, eran capaces de llenarse de mierda hasta las trancas con el tema de las corruptelas. Tanto los de azul, como los de rojo. Y esto lo estropeó todo. Poderoso caballero es don dinero. Duró así hasta más o menos el año 2011 donde el pueblo, cansado de tanto mentiroso, hipócrita, cínico, falso, corrupto y ladrón, que no hacía más que engañar y a veces hasta robar, decide levantarse e irse a la calle a protestar. Los indignados. El movimiento 15-m. Este movimiento supuso las bases de un nuevo paradigma en la escena política. Atrás quedaron las mayorías absolutas o las mayorías fáciles. Surgieron nuevas fuerzas que colorearon la escena política: los morados. A estos, posteriormente, se les unieron los naranjas, y más recientemente, los verdes, pero no los ecologistas, los otros verdes, esos que se acuerdan y mucho del que se levantó en armas en 1936.

Divide y vencerás … siempre?

Y entonces apareció un problema que no había sido tenido en cuenta nunca porque no era necesario (o no se había mostrado con la suficiente fuerza): hay que pactar, amigos! Y pactar no es fácil, teniendo en cuenta que hay partidos que por una coma mal puesta en sus estatutos se han dividido en dos.

Históricamente, la izquierda ha estado multifraccionada en este país. Cabe recordar que el Frente Popular, el último partido que ganó unas elecciones generales antes de la guerra civil, fue una coalición de izquierdas nada más y nada menos que de siete partidos. La derecha es un poco distinto: son más coherentes y siempre suele haber un partido que es el buque insignia de esa filosofía de pensamiento. Siempre, hasta la actualidad, donde aparece rota en tres pedazos, y eso hace más difícil de llegar a acuerdos entre ellos mismos. En esta época, dividida en cinco colorines, estamos asistiendo a un esperpento por parte de todos, donde nadie es capaz de dar su brazo a torcer por un pequeño pedazo del pastel. Desde 2015 llevamos tres elecciones generales con una gobernabilidad muy complicada, y si nada lo impide, que parece que no va a ser así, el país se encamina hacia unas cuartas elecciones. Y mientras, la casa sin barrer.

Es cuestión de plantearse qué es lo mejor para el país: o volver a las mayorías absolutas, donde el que ganaba hacía y deshacía a su antojo (a veces bien, y otras, no tanto), o seguir en este espacio multifraccionado donde, por culpa de esa coma de antes, nadie puede tomar decisiones importantes de gobernabilidad, prosperidad y desarrollo.

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