Caray con el transportista…

Mi último pedido por internet ha sido un desastre. Se me ocurrió que la mejor forma, o una forma rápida de adornar el coworking sería enmarcar unos posters temáticos para darle algo de vidilla a las desnudas paredes.

Infeliz de mi, me puse a bucear por la red para ver qué podía encontrar a juego con la temática del coworking. Algo que tuviera que ver con la música, vaya. Lo primero que pensé fue eso, unos posters. No recuerdo haber comprado durante mi infancia ninguno, pero haberlos visto en tiendas varias, seguro. Dados los avances tecnológicos que se han sucedido desde entonces, me olía que algo, o más bien bastante, habría cambiado en el mercado de los posters.

Lo primero que me llevé de sorpresa fue una bronca monumental en la tienda de discos de turno. “¿Pero cómo que si tengo posters? Pues claro, qué te crees? Que ya no se fabrican?” musitó algo molesto el tendero. “Es como si me preguntas si se venden vinilos. Parecéis todos iguales“.

En aquel momento, creo que le puse la cruz a esa tienda. Aunque solo fuera por amor propio, juré no volver a entrar, a pesar de los dos magníficos carteles de David Bowie que lucían en el escaparate. Y eso que luego se demostró que mis sospechas acerca del cambio en el mercado de los mismos eran ciertas: apenas se vendían, pues en ninguna otra tienda los encontré.

El que la sigue, la consigue

Después de visitar tres tiendas, decidí que mi destino pasaría definitivamente por la red. Jamás se me ocurrió pensar que tendría dos problemas para cada póster: el póster en sí, y el marco. Es decir, había que encontrar un tamaño de póster acorde con los marcos existentes. Perdidos unos cuántos días en la búsqueda infructuosa de la parejita, tuve la inmensa suerte de encontrar una tienda virtual que supongo que hoy día será lo más parecido a los posters de antaño: tú envías la foto, ellos te la imprimen al tamaño de sus marcos en stock, y todos tan contentos. Bueno, más o menos el proceso era este. La realidad es que di con una imprenta virtual de tarjetas, flyers, carteles, etc. pero que me servía para lo que andaba buscando.

Y así, por fin, dos semanas después de empezar, habíamos localizado el protocolo para tener mis posters. A buenas horas, Paula, la diseñadora gráfica del coworking, me indicó la solución. Cachis, Pauli, haberlo dicho antes…

Ahora ya solo faltaba saber qué y cuántas fotos imprimir. El proceso de búsqueda se suponía tremendamente sencillo. Ja! Y un cojón! Una vez localizada una web gratuita (gracias unsplash.com) donde la base de datos de fotos es grande, solamente faltó un pequeño detalle: las foto de artistas famosos (había que localizar solamente dos) no eran gratuitas, o lo que es lo mismo, eran de pago y había que comprarlas.

Tras horas y horas de buceo, ahora sí, por webs de pago, surgió un nuevo problema. Las fotos que buscábamos deberían ser de finales de los años sesenta y principios de los setenta, pero claro, en aquella época, si existía, la fotografía digital no era común, por lo que el resultado fue desesperante: ninguna foto encontrada. Hubo que resignarse a fotos más modernas. En fin, qué se le va a hacer, es lo que hay.

Y por fin, una vez decidido qué fotos enmarcar y en qué marcos, hicimos nuestro pedido para el coworking. Un total de siete fotos y siete marcos en el mismo pedido, o sea, para cualquier mortal, un bulto con siete+siete cosas, pero para la web en cuestión, catorce cosas que nada tenían que ver entre ellas en catorce bultos distintos. En la bandeja de entrada de gmail se sucedían los mensajes acerca del estado del pedido: que si se ha pedido, que si se ha autorizado, que si se ha pagado, que si se ha empezado a fabricar, que si está en camino … un mail por cada uno de los bultos, es decir, tropocientos mails. Y ahora tú, listillo, con un grado, un máster y un doctorado, adivina qué es lo que te van a traer el lunes y qué no.

Y efectivamente, el caos se sucedió…

Cuando algo no va bien, paciencia…

Para empezar, la compañía del transporte, muy amables ellos, eso sí, te indican que según el porte que uno ha pagado, el pedido podrá llegar a su destino, o sea, al coworking, entre las 9 y las 19 horas del día previsto, un lunes. Tócate el nas. A esperar a que al transportista le apetezca llevar el producto a su destino. “El día previsto” funcionó para siete de los catorce bultos en cuestión. Dos horas y media antes de vencer el plazo establecido, llegaron todos los marcos. Yo ingenuamente le pregunté al transportista por el resto de bultos. Obviamente me miró con cara de póker. “Y a mi que me pregunta oiga. Yo le traigo esto”. Obvio. No era culpa suya.

Y entonces es cuando empieza el carrousel de llamadas, unas a la empresa de transportes, otras al proveedor. Desde la empres de transportes comentan que tienen previstas cuatro entregas más (dónde caraja están las otras tres?), pero que ni siquiera las tienen en su base logística porque el proveedor no las ha enviado todavía. Y el proveedor, como no podía ser de otra forma, echándole por supuesto las culpas al transportista.

Y llega el miércoles, después de estar esperando todo un martes hasta las 19 horas por si venían los cuatro (o siete, quien sabe) bultos que faltaban. Otra llamada al transportista. “No nos consta nada”. Pues eso, llamada al proveedor. “No se preocupe, le retornamos el importe del transporte”. Oiga, que yo no quiero que me devuelvan nada. Que lo que quiero es que me traigan mis posters! Todo esto dicho por una holandesa o canadiense, muy atenta ella, que bueno, se defendía bastante bien en castellano, detrás de un teléfono con prefijo en Barcelona. “No se preocupe que el jueves o como muy tarde el viernes por la mañana tendrá su pedido. Me encargaré personalmente de hacer el seguimiento”

Vuelvo a recalcar lo de la profesionalidad de esta chica porque es cierto que el viernes por la tarde, cuando por supuesto no habían llegado los cuatro o siete bultos restantes, después de llevar cinco días esperándolos, se puso en contacto conmigo para ver si los había recibido en el coworking. Muy amable ella, decidió volver a hacer el pedido de los siete posters, por lo que finalmente, el pedido arribó por duplicado.

En fin, no hay mal que por bien no venga. Lo que queda de toda esta historia es pedido duplicado, portes gratis, y hay que reconocerlo, una buena respuesta por parte del proveedor sin saber el problema quién lo produjo